Concha Monje y Ana Freire, ganadoras del premio Ada Byron Mujer Tecnóloga 2019

El Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga, quiere premiar y visibilizar la trayectoria excelente de tecnólogas actuales, que tienen su referencia en las mujeres científicas y tecnólogas que llevan siglos aportando en distintas disciplinas científicas, como la que da nombre a este premio, Ada Byron. Precisamente a esta figura y a otras 10 mujeres científicas le dedicamos un artículo, el cual puedes consultar aquí. En la última edición de este galardón, la del pasado año 2019, fue premiada en la categoría principal Concha Monje, y en la categoría Junior, Ana Freire. Así, en este post queremos que las conozcas un poco más, destacando que las dos empezaron con su pasión por la tecnología desde muy pequeñas.

Concha Monje

Concha Monje (Badajoz, 1977), además de ser premiada el pasado año con el galardón Ada Byron, hace unos meses tuvo que hacer un breve paréntesis de su estancia temporal en Italia, en The Biorobotics Institute de la Scuola Superior Sant’Anna de Pisa, para recoger un premio en su tierra, El Gigante Extremeño del Año, en Puebla de Alcocer. Normalmente, la investigadora pasa buena parte de su tiempo en la Universidad Carlos III, ya sea impartiendo clases, trabajando en el RoboticsLab o en su despacho, donde diseña estrategias con su equipo, coordina la actividad de sus estudiantes de doctorado, escribe publicaciones o valida papers y proyectos de terceros como colaboradora del Ministerio de Ciencia e Innovación y de la Comisión Europea. Pero antes de llegar hasta aquí, Concha Monje nos transporta al principio de su vocación, a un ordenador MSX y a las tardes interminables con su primo, “que hoy es informático”, descifrando los códigos de programación incluidos en el manual de la máquina. Aquel regalo se lo hizo su padre, el mismo que compaginaba la docencia en un instituto de Formación Profesional en Electrónica con la reparación de todo tipo de aparatos. “Televisores fundamentalmente, pero también sabía montar emisoras de radio. Es un gran conocedor de las ‘tripas’ de la electrónica”. Fascinada por el lenguaje de computación, los videojuegos y las máquinas, “por todo lo que tuviera botones y sonidos”, Monje estudió Ingeniería Electrónica en un momento en el que no tenía entre sus objetivos dar el paso a la robótica. “Vino de casualidad,  mientras hacía mi tesis en la Universidad de Extremadura”. Comprometida con incrementar la relevancia de la mujer en los ámbitos científico-tecnológicos, la investigadora incide en el papel de la familia para eliminar estereotipos y despertar la curiosidad excluyendo connotaciones de género. “Hay que dedicar tiempo a los niños y niñas, inculcarles la pasión por descubrir. Que vean y prueben todo lo posible. Que conozcan todas las ramas; el arte y el patinaje, el fútbol y la programación. No nos limitemos a que los niños jueguen al balón y las niñas a las muñecas. También considero muy positivos los juguetes diversos y especializados, con funciones en su crecimiento. Yo jugaba a las muñecas, pero también con los puzles, los ‘Mecano’ y el balón”. ¿Y en el colegio? “Una profesora intentó desanimarme a estudiar ingeniería. Esto sigue ocurriendo incluso, y es el colmo, con algunas orientadoras”.  Monje recuerda que el desvío que agranda la brecha de género STEAM empieza a los 7 años, cuando las niñas pasan a desechar determinadas áreas. “Profesiones estigmatizadas como frikis o raras. El rol social de la mujer influye en cierto espanto por una formación de la que a veces no se entienden ni el nombre ni el propósito. Hay estudios que concluyen que el nombre de las carreras impacta en el número de mujeres que deciden cursarlas. No es lo mismo oír hablar de Informática a secas, que de Informática aplicada a…”. “La solución es fácil”, añade la investigadora. “Dejemos que cada uno decida libremente. Para eso hay que cuidar mucho a los pequeños y dotarles de muchas herramientas. Se trata de que decidan con el mayor aprendizaje previo posible en la diversidad”, concluye Monje.

Ana Freire

Ingeniera y  doctora en informática, cuando comenzó su carrera, Ana Freire no lo hizo siguiendo los pasos de un referente concreto. “Lamentablemente, las mujeres que despuntaban en tecnología apenas se daban a conocer”. La joven gallega, investigadora y docente de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona –donde dirige además el Centro de Estudios de Sostenibilidad- sí vivió una infancia lo bastante motivadora como para decantarse por una formación técnica, al igual que le pasó a Concha Monje. “Me movía libremente por el negocio familiar, vinculado a la automoción, y buena parte de mis juegos eran siempre tecnológicos: microscopios, kits de exploración..” Cuando apenas tenia 6 años, llegó a la empresa el primer ordenador. “A finales de los 80 fue uno de los primeros que se vieron en el pueblo. Me entretenía con aquella máquina que tan poco tenía que ver con las tabletas y dispositivos que usan hoy los niños”. Así las cosas, sus padres le compraron uno para ella sola con el que, además de jugar, estudiaba “¡para todas las asignaturas menos para la de informática!” Y es que según reconoce en su informe anual el AI Now Institute de Nueva York, la inteligencia artificial sufre una crisis de diversidad. Un problema que va más allá del género. “Las consecuencias pueden ser muy graves, como el sesgo de algoritmos o la exclusión de la mujer de numerosos puestos de trabajo. La evidencia dice que equipos diversos en empresas de desarrollo tecnológico ayuda a vencer el sesgo de los productos resultantes. Es preciso considerar estos aspectos en los procesos de selección”. Así, la ingeniera gallega es la fundadora de Wisibilízalas, un concurso internacional para promover la ciencia y tecnología entre las más jóvenes, con más de 2.000 participantes de cinco países diferentes. “En los últimos tiempos hemos avanzado para reducir la brecha de género en las áreas STEAM. Son muchas las iniciativas destinadas a estimular vocaciones científicas entre las más jóvenes.  También los programas de formación dirigidos a mujeres adultas que quieren redirigir su vida laboral hacia el ámbito tecnológico. Y estos esfuerzos se están empezando a notar. En una de las ingenierías lanzadas en la UPF, ‘Ingeniería Matemática en Ciencia de Datos’, las mujeres representan ya un 50% del alumnado”. Entre las soluciones para acelerar el cambio hacia la igualdad, Ana Freire destaca la importancia de visibilizar referentes femeninos, “en la escuela, la familia y los medios de comunicación. Aún hay jóvenes a los que les cuesta nombrar una figura femenina destacada en tecnología. Asimismo, el currículum escolar debería incluir más contenidos sobre ciencia y tecnología, y debería incrementar la formación de los docentes en estas disciplinas para que actúen como agentes activos a la hora de despertar vocaciones tempranas”. Por último, Freire vuelve a coincidir con Monje, e incluso la nombra como referente: “El papel de la familia es muy importante para romper estereotipos y despertar vocaciones”, añade la investigadora. “Es fundamental no asociar tareas o juegos diferentes a niñas y niños. A una niña también le puede gustar jugar con un robot y a un niño con una cocina, no hay más que ver ejemplos cercanos de grandes expertas en robótica, como Concha Monje, y excelentes chefs, como Ferran Adrià”. Si quieres saber más sobre el premio con el que fueron galardonadas estas mujeres, pincha aquí. Y si quieres conocer más la historia de Concha Monje, sigue leyendo este artículo, y este otro si te apetece saber más de la trayectoria de Ana Freire.