ChatGPT: ¿un riesgo o una oportunidad para el sector educativo?

ChatGPT

Hace unos años que la inteligencia artificial está transformando el modo en que creamos contenido y ChatGPT es una herramienta que permite a los usuarios hacerlo de una manera rápida y eficaz. Esta innovación no ha pasado desapercibida para el ámbito educativo y ha generado un gran interés debido a las implicaciones que conlleva para el proceso de enseñanza – aprendizaje. Pero, ¿qué hay detrás de esta revolución tecnológica?

ChatGPT es un sistema de chat desarrollado por la empresa OpenAI que utiliza el modelo de lenguaje GPT-3 para generar texto y comunicarse con los usuarios. El procesamiento del lenguaje natural (PLN) es el área de la inteligencia artificial que se ocupa de desarrollar mecanismos que permitan la comunicación entre personas y máquinas, y, en este campo, el modelo GPT-3 es uno de los más avanzados.

Esta herramienta, gratuita hasta la fecha a través del enlace chat.openai.com, ofrece enormes posibilidades de uso como la creación de diálogo o conversaciones naturales; la redacción de textos únicos con una infinita variación de tipologías, estilos, temáticas, longitudes, niveles o idiomas; la realización de resúmenes e informes de textos existentes; el análisis de texto y, entre otros, la redacción de respuestas automáticas a formularios, correos electrónicos o encuestas.

Sin embargo, el uso de ChatGPT también conlleva riesgos asociados como la falta de análisis y reflexión que llevan a conclusiones precipitadas o inexactas; la escasa generación de ideas novedosas; la falta de coherencia discursiva; la paráfrasis y reiteración de algunas ideas; la dudosa o inexacta veracidad de ciertos contenidos; los sesgos de lenguaje sexista y/o con prejuicios raciales en función de las fuentes existentes; la dependencia o exceso de uso que fomenta en el usuario una actitud poco creativa, divergente, reflexiva y crítica y, muy conectados con el sector educativo y la evaluación del alumnado, la dificultad o escasas herramientas para identificar el plagio en las producciones.

En definitiva, y con mayor presencia durante los últimos meses, el uso de esta herramienta está generando una gran controversia desde una perspectiva ética y pedagógica debido al considerable uso que se le ha dado para automatizar tareas relacionadas con la creación de contenido, lo que ha llevado a las instituciones educativas a evaluar los beneficios y los riesgos asociados a la aplicación de la inteligencia artificial en la educación.

Ya encontramos algunos casos, como el de Los Ángeles, Nueva York y algunas zonas de Australia, en los que se ha prohibido el uso de ChatGPT como medida preventiva a los potenciales impactos negativos en el aprendizaje. Voces como la de Jenna Lyle, portavoz del Departamento de Educación de Nueva York, alegan que “aunque la herramienta puede proporcionar respuestas rápidas y sencillas a las preguntas, no fomenta el pensamiento crítico ni la capacidad de resolver problemas, que son esenciales para el éxito académico y vital”.

Por el contrario, en estos tiempos de rápido avance tecnológico, son muchos los que afirman que no se puede ignorar el potencial de esta herramienta en el aprendizaje. De hecho, algunos ven en ella una oportunidad para fortalecer la capacidad de adaptación al entorno y el uso efectivo de las nuevas tecnologías en los estudiantes. Docentes y divulgadores educativos, entre los que se encuentran Anne Bruder, Mark Lieberman o Cherie Shields, han manifestado su reconocimiento a esta aplicación y ven en ella las mismas oportunidades que en su día brotaron de Wikipedia o de los buscadores web. En este sentido, Shields afirmaba en una publicación de Education Week, el pasado día 5 de enero de 2023, que “reconocer la existencia de la inteligencia artificial y ayudar a los estudiantes a trabajar con ella podría revolucionar la forma en que enseñamos”.

En esta misma línea, la profesora y columnista Zeynep Tufekci, publicaba en el New York Times un interesante artículo que anima a la ciudadanía, y en particular al profesorado, a enfrentar esta situación con flexibilidad y dinamismo. En sus palabras, avanzar no se limita a lamentar las habilidades obsoletas, como hizo Platón al preocuparse por la invención del alfabeto, sino que implica repensar qué nuevas habilidades debemos desarrollar como sociedad para aprovechar los cambios y obtener beneficios de ellos.

En definitiva, esta herramienta ha generado gran interés por sus evidentes implicaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, y ante la inexistencia de un marco regulador, hay que tener en cuenta los riesgos asociados, como la falta de reflexión y análisis crítico, la dependencia excesiva, los prejuicios lingüísticos y la dificultad para identificar el plagio.

ChatGPT es el inicio de un cambio, está claro que como docentes no podemos desaprovechar sus posibilidades, pero también es necesario que seamos parte activa del proceso regulador asegurando un uso adecuado y ético. ¿Podría el propio ChatGPT decirnos cómo hacerlo?